La
interpretación feminista
Penélope
y su mudanza de Marina Aoiz
El
personaje de Penelope, construido por voces masculinas de la antigüedad, ha ido
evolucionando hasta llegar a la Penélope contemporánea, la Penélope de nuestro
presente literario, proveniente de voces femeninas, y algunas masculinas.
En
el mismo título del poema está implícito la idea de cambio y transformación (la
mudanza).
En
concreto, hay en estos versos de Marina Aoiz, una reelaboración del mito que
rompe con la visión literaria legitimada por la tradición: un yo poético femenino, semejante a Penélope, que, en principio, se
lamenta de la ausencia, decide, finalmente, liberarse de la espera.
La pasividad que caracteriza la figura de
Penélope en múltiples elaboraciones literarias, recluida en los aposentos de
palacio, silenciosa y llorosa, fiel al esposo ausente y sumisa ante su hijo
Telémaco, da paso a esta Penélope, una nueva representación de lo femenino que
la aleja de la posición desigual a la que el discurso hegemónico, asignado socialmente,
la había vinculado.
Ulises
ya no ocupa el centro, el protagonismo ha pasado a Penélope. El mito se ha
actualizado, el protagonismo se ha desplazado y, en el enfoque, el “yo” poético
femenino cobra prioridad, en un deseo de reafirmación como persona que quiere
hacerse dueña de su propia experiencia vital.
Un poema, en definitiva, en el que el yo-mujer
busca nuevos criterios de identidad basados en la independencia y la libertad:
¡Al fin libre! Ya no espero nada.
Ni a nadie.
La tarde lame mi espalda salada.
Ser sola es mi auténtica Odisea.
La
batalla como lucha con la vida diaria
Ulises
de Javier Salgado
La composición de Salvago se desarrolla
como una metáfora de la vida misma. El poema nos ofrece una visión desencantada
de la vida, una evidente relación con el relato odiseico y un uso
desmitificador del personaje de Ulises.
El contenido del poema nos presenta los
distintos momentos de la jornada diaria de un personaje, desde que se
levanta por la mañana para ir al trabajo hasta que vuelve por la noche a su
casa y se reencuentra con su esposa y su hijo. A lo largo de esta
rutinaria odisea diaria y particular, el poeta nos ofrece una serie de
acontecimientos en la vida de su personaje que tienen un claro paralelismo con algunas de las distintas
aventuras que asaltan a Ulises en su regreso a Ítaca.
El
personaje del poema de Salvago marcha, por la mañana, como el Ulises del mito,
a su batalla particular, a su lucha diaria con la vida.
El
destino es su lugar de trabajo, a donde llega después de no pocos rodeos, y de
salvar los muchos obstáculos que se le ponen por medio, tan dificiles como para
llevarlo a la negación de emprender esta batalla diaria. Por si fuera poco, su
descontento aumenta en el despacho con la rutina del trabajo.
El sentimiento de desgana y desencanto,
verdadero hilo conductor del poema, prosigue aún incluso en los momentos en que
el personaje se substrae de su tarea diaria. La hora de la comida es también
motivo para la queja, pretexto para la reflexión en negativo acerca de la vida.
Tras
salir del trabajo, la vuelta a casa le depara pocas novedades. Y este camino de
regreso se hace largo y cansado, como en el mito, porque el Ulises de Salvago
retorna a pie y ello le sirve para reafirmar más, en su recorrido por la
ciudad, el desencanto que tiene hacia la vida al comprobar las pocas cosas
nuevas, por ya experimentadas, que se le ofrecen.
Y,
finalmente, su llegada a casa. Allí lo esperan su mujer y su hijo, ya dormido.
Pero el recibimiento, lejos de lo esperado por él (ese remanso de paz
anhelado durante todo el día), está a tono con la jornada. Su paciente mujer,
ensimismada en su labor, lo recibe fríamente y quejándose de la soledad que
vive a diario, del desdén que sufre y del poco interés que muestra por sus
cosas: la discusión está servida y no hay cesión por parte alguna. Ambos se
entregan por fin al sueño donde encontrar un poco tregua y un atisbo de
libertad.
El
poema de Salvago nos ofrece una visión distinta del Ulises de la leyenda
clásica. Tenemos un Ulises desencantado absolutamente por todo, que no posee ni
siquiera interés alguno por emprender con arrojo la lucha diaria; que no
encuentra, porque todo lo invade la mentira, razón alguna para dejarse seducir
por cantos de Sirenas. Tenemos un Ulises que es el hombre de hoy, ese animal de
ciudad que sale a diario a enfrentarse a su lucha particular y rutinaria y
suele, de ordinario, volver derrotado, que no tiene una Penélope tan paciente
como la homérica, ni un Telémaco, tan preocupado por su padre, que emprende su búsqueda.
El
regreso como viaje interior
El
regreso de Ulises a la patria de Cristina Peri Rossi
El
viaje como motivo constante de inspiración literaria se muestra en este poema
como una metafora del viaje interior. Ese retorno que se hace a través de la
introspección y de la poesía nos presenta a un viajero que se convierte en un
observador que se plantea el sentido de las cosas:
“le
parece un mensaje a descifrar”.
Se trata de un el viaje como exploración de
las zonas más ocultas y sombrías del yo, mezclado con los sueños, tramas y
delirios:
“En sueños habla de ambiguas seducciones”
La
patria a la que retorna Ulises, es como el lugar que habitamos hacia nuestro
interior como lo más próximo que tenemos y lo menos conocido.
Es importante
tener en cuenta en este viaje, el destino, el final del viaje de la vida
individual, sitio hacia el cual se dirige el viajero, no es otro que la muerte:
“Regresar es
morir un poco”
La búsqueda y la
permanencia de lo humano, de nuestra condición, como el viaje personal de la
propia existencia para llegar a nuestra isla, a nuestra patria, a nuestra
Itaca.
Asi, el
protagonista del viaje procede al reencuentro y a la profundización de la
propia identidad a través de un doble viaje interior y exterior y ya no se
trata del clásico héroe alegórico, ahora es un ser
humanizado, lleno de dudas y, a veces, se muestra incapaz de actuar y controlar
su entorno:
“Despierta
e inquieto, ordena
despejar la nave.
Sea como sea, está seguro
de que esa luna intensa,
brutal,
lo mira demasiado.”
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